Quizá nunca fue más complicado que en ese momento, inicios de 2012, definir el rumbo del ciclismo de ruta.
Retirado por segunda vez Lance Armstrong e inminente ya la anulación de todos sus títulos que ese mismo año se consumaría, desenmascaradas otras farsas como Floyd Landis, Jan Ullrich o Aleksandr Vinokúrov y, por si faltara, despojado Alberto Contador del Tour de Francia 2010 por clembuterol, parecía difícil lanzar un pronóstico.
Como sea, con su habitual tono frontal y sin necesidad de utilizar muchas palabras, el pentacampeón Miguel Induráin fue tajante en esa charla que sostuvimos: que el futuro del ciclismo de ruta era en inglés, que las estructuras, que los hábitos, que las tendencias lo dejaban claro: al título de Cadel Evans en 2011, primer australiano en reinar en Francia, seguirían más angloparlantes y no precisamente estadounidenses, sino británicos.
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