En el futbol, como en la vida, es curioso que lo que se busca más afanosamente se encuentre arrumbado en algún rincón de la propia casa.
A unas horas de arrancar este torneo, los Pumas se toparon con que su director técnico se escapaba. Más allá de los eufemismos y pretextos utilizados en su despedida (que si la complejidad de la pandemia, que si motivos personales o familiares), la realidad es que el español Míchel González desistía por no encontrar en su plantel las condiciones requeridas para efectuar un trabajo más o menos sensato. La afición universitaria se temió lo peor. Un plantel que lucía insuficiente para competir, un presupuesto raquítico, la adquisición de un portero connotado pero muy veterano, tan ajeno a la tradición juvenil de la entidad.