Por Alberto Lati 31 de mayo, 2016
La mitad de San Siro en lágrimas de alegría y la otra mitad de dolor. El planeta entero, o al menos 600 millones de sus habitantes, se había convencido, como suele hacerlo, de que por un par de horas no había más realidad que esa, que toda preocupación se posponía hasta el silbatazo del árbitro.