Por Alberto Lati 31 de octubre, 2016
Y al final resulta que el mayor de los fracasos de Río 2016 no fue culpa de Brasil sino del mismísimo, tan acaudalado, tan poderoso, tan exigente, Comité Olímpico Internacional: un sistema de dopaje que quedó muy por debajo de lo necesario para garantizar competencias pulcras y un nivel cero de trampa.