Por Alberto Lati, 16 de mayo, 2017
Desde las viejas murallas de la ciudad de Constanza, parado ante un encendido atardecer sobre el Mar Negro, el mayor de los hijos prodigios del futbol rumano pudo llegar a una importante conclusión: por mera generación espontánea no llegaría una gran camada de cracks en su país; con quejas o nostalgia por sus años célebres, mucho menos; el único camino es el trabajo.