Por Alberto Lati, 02 de agosto, 2017
Un encabezado, demorado por el atravesar del oleaje atlántico en diagonal, pospuesto porque a la recepción del telegrama en los periódicos de Fleet Street en Londres nadie naba crédito, descreído por la habitual soberbia en esas islas, despojaba a los ingleses de algo más de lo que les había pertenecido en su deporte: el futbolista más caro de la historia no jugaba por primera vez para un equipo británico.