Por Alberto Lati, 15 de noviembre, 2017
Ante cada una de sus borracheras de egolatría, la conclusión pública suele ser la misma: “¡Es Zlatan!”, concediendo al gigante sueco una tolerancia negada en rotundo a los demás.
Si condiciona su estadía en París a que sustituyan la torre Eiffel por su estatua, si declara que el Mundial no valdrá la pena porque él no participará, si se adelanta a un gigante como el Mánchester United para él mismo publicar en dónde jugará: “¡Es Zlatan!”, manera de reírnos, hacer una excepción y no tomar tan en serio a quien a veces lleva a su personaje hasta la auto-parodia.