Por Alberto Lati, 04 de diciembre, 2017
Blanco imborrable e interminable. Espesura que parece haber tatuado a la eternidad en hielo. Hundirse a cada paso en sus nevados bosques, apocarse por el mismo árbol altísimo que se repite por kilómetros hasta donde la vista alcance, perderse en las palabras de Ryszard Kapuscinski: “es su enormidad, es su infinitud, es su oceánica falta de límite. El mundo no tiene final aquí; el mundo no tiene final. El hombre no está hecho para algo tan inconmensurable”.