Por Alberto Lati, 03 de mayo, 2018
En medio del manicomio, quien mayor licencia tenía para la locura se contuvo: James Rodríguez había metido el gol que devolvía al Bayern Múnich al partido, la anotación que retomaba al frenesí como guion, el remate que asomaba la eliminatoria al precipicio, pero, estoico, disimulaba su hiperventilación y decidía no celebrarlo.