Por Alberto Lati, 27 de junio, 2018
Por unos minutos, el electrocardiograma albiceleste aceleró sus sonidos.
La emergencia era mayúscula, se probaba con la más amplia gama de primeros auxilios y todo resultaba inútil, uno a uno sus órganos se atrofiaban y la hemorragia incrementaba: el paciente, con una raída camisa que acaso en tiempos mejores mostró rayas azules y blancas, se había dejado ir, ya no reaccionaba, incluso se le vio poner rostro resignadamente angelical.