Por Alberto Lati, 02 de Octubre, 2018
Luego veríamos estadísticas imponentes, aunque de ninguna forma suficientes para calificar un desempeño: si el elevadísimo porcentaje de pases acertados, si la contribución defensiva, si la conducción del balón, si el armado en ataque, si los kilómetros recorridos, si las zonas de influencia.
Para entender lo que Luka Modric había significado en esa semifinal en el estadio Luzhniki de Moscú, me temo que ni siquiera hubiera bastado contemplarlo a detalle por televisión. Esa noche, junto con decenas de miles de personas en las gradas (la mayoría de ellas, inglesas, rivales de Croacia) tuve el privilegio de dimensionar en persona lo que es capaz de hacer ese chaparrito rubio con el dorsal diez.