Como estela del pánico por la salida de Cristiano Ronaldo a la Juventus, otra noticia revoloteaba cual zopilote ese mismo verano en torno al estadio Bernabéu: que el poderoso club de Turín también tenía en sus manos la incorporación del lateral Marcelo.
Apenas un par de meses antes, Jürgen Klopp cometió la imprudencia de aseverar, previo a la final de Champions de su Liverpool ante el Madrid, que el lugar idóneo para dañar a los merengues era la banda desprotegida por el bohemio Marcelo.