El tren subterráneo que se acerca al barrio madrileño de Chamartín y que escucha en el altavoz el anuncio de “Próxima estación, Santiago Bernabéu”, experimenta una rareza: que no para de subir gente, pero nadie baja.
El tren subterráneo que se acerca al barrio madrileño de Chamartín y que escucha en el altavoz el anuncio de “Próxima estación, Santiago Bernabéu”, experimenta una rareza: que no para de subir gente, pero nadie baja.