Por Alberto Lati, 12 de septiembre, 2017
La excepcionalidad suele enorgullecer a los británicos: ser y no ser, tener una religión cuya cabeza formal es la mismísima reina, siempre vincularse a la Europa continental bajo desconfianzas y reservas (hoy crecientes por el Brexit), reivindicar su obsesión por ser distintos, conformar un reino a su vez conformado por varias naciones…, y eso sin profundizar en que comparten a Isabel II como monarca de otra quincena de territorios independientes.