Por Alberto Lati, 27 de septiembre, 2017
Un sueño que parecía imposible. Frontera no sólo difícil de superar, sino incluso de alcanzarse a vislumbrar. Obsesión del entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, a quien sus asesores insistían que no perdiera el tiempo en eso de buscar que atletas de Arabia Saudita al fin participaran en unos Juegos. Su argumento, como el de la mayoría: que en el millonario reino de la dinastía al-Saud, las mujeres ni siquiera tenían permiso para manejar un coche.