Por Alberto Lati 27 de septiembre, 2016
Más que un atrevimiento, sustituir a un crack se ha convertido en una especie de afrenta, momento clímax del reality show que constituye el futbol actual: decenas de cámaras pendientes de si hay saludo, de la naturaleza de los gestos, de la interpretación de los labios, de las lecturas más esotéricas de la mente y el lenguaje corporal.