Por Alberto Lati, 09 de abril, 2018
maginemos a un fervoroso amante de la pintura caminando por un museo. Lo suyo no es apreciar o disfrutar, sino buscar ansioso la firma en cada obra o, de no encontrarla, apurar el paso hacia la pequeña placa que especifica el nombre del autor.
Le basta con eso para decidir qué ha de ser loado y qué repudiado, para marcar la línea entre lo bueno y lo malo, para determinar si corresponde aplaudir o insultar.
Así, tal como él no va al museo para ver arte sino para reforzar sus propios prejuicios y terquedades, la mayoría se aproxima hoy al debate entre Lionel Messi y Cristiano…