El lobby de un hotel alemán bullía con la presencia de buena parte de los 32 seleccionadores del Mundial 2006. Faltaban poco más de cien días para la inauguración y por ahí podía verse pasar muy amable a Guus Hiddink (su nuevo milagro era Australia), muy cortante a Luis Aragonés (empezaba con España el camino que derivaría en la Edad de Oro), muy glamuroso a Sven Göran Eriksson (cada vez más discutido por la opinión pública inglesa), muy bromista a Luiz Felipe Scolari (buscando repetir con Portugal el éxito de cuatro años antes con Brasil) y muy incómodo a Marco van Basten (lo suyo siempre fue la expresión con balón y no en palabra). Ricardo La Volpe no había asistido a ese seminario premundialista, pero mucho más escándalo propiciaba la ausencia del seleccionador local Jürgen Klinsmann.
Kaká, la pieza única
Por Alberto Lati, 18 de diciembre, 2017